Los niveles de desesperación de un parado tunecino y otro español probablemente sean muy distintos, lo que provoca que sus reacciones también lo sean. Además, en el mundo musulmán hay una corriente de afección al martirio (sobre todo entre los chiíes) que no tenemos en la cultura occidental.
Lo triste no es que los jóvenes españoles no se inmolen (esas son las buenas noticias), sino que tampoco hagan mucho para que la situación cambie. Hoy me he levantado optimista.